Cuando vivimos
en la fuga de un sistema totalitario que durante décadas se preocupó por
mantener el poder sobre la gente desprotegida, confundida y desesperanzada, a
la que se le destruyó la cultura y la familia, los cambios deben ser fuertes,
consistentes y resistentes a la reacción de aquellos que desean subsistir en un
sistema sometido por la pobreza y fundamentalmente por la ignorancia.
¿Cómo debemos actuar en esta circunstancia? ¿Somos conscientes que no han
dejado ninguna institución (familiar, religiosa, cultural, del estado) con
valores morales y éticos aceptados por la sociedad?
¿Creen que la lucha por un cambio cultural y moral puede ser totalmente
respetuosa de las formas y modos con los que hemos sido criados y educados?
Sinceramente creo que ¡NO!.
Un totalitarismo nos arrastra a una lucha desigual, porque carecemos de
instituciones a las que podamos recurrir.
Tan es así que debemos elaborar un protocolo para las víctimas, en el que
partimos reconociendo que no tenemos derechos ni instituciones a las que podamos
recurrir.
Asi comienza la lucha por nuestra identidad
Los inmorales y delincuentes dominan la escena.
Debemos enfrentar sólida y enérgicamente para modificar la triste realidad en
la que estamos inmersos.
Combatirla requiere energía, especialmente en sus inicios. No son suficientes
las marchas, lamentos y concentraciones. Debemos luchar enérgicamente para que
la Policía no participe del narcomenudeo, para que los políticos municipales se
depuren y combatan el delito enquistado en su seno. ¿Es lícito que una
funcionaria condenada continúe activa en la vida pública careciendo de valores
éticos y morales mínimos imprescindibles?
¿Es lícito que tengamos
diputados y senadores que apenas pueden deletrear sus propios discursos? ¿Es lícito que diputados pedófilos y
pederastas estén protegidos por sus compañeros congresales? ¿Es lícito que la
policía deje en libertad a esas bestias inmundas?
¿Debemos tolerar que a los diputados
que se le caen los “patitos” del cerebro o que reconozcan que los proyectos
extensos y complejos no los pueden analizar legislando, en consecuencia por
reacciones viscerales no racionales?
No percibo otra posibilidad que actuar con energía, educar y ser exigentes en el ejercicio ético y moral ya que si no lo hacemos de
esa manera perderemos el combate sin lugar a dudas (no queda nadie en institución alguna)
El periodismo respetuoso de las formas será atropellado por aquellos que
deseamos corregir.
Sin embargo, los que todavía mantenemos principios morales y éticos, debemos
controlar que las formas y valores se reconquisten sólidamente recuperando los
límites de la formalidad y ética.
El Editor