Una de las publicaciones más prestigiosas del mundo, The Economist, puso en el centro de su tapa y como tema principal a Javier Milei y destacó una frase del Presidente: “Mi desprecio hacia el Estado es infinito”. Algo todavía más curioso es el título de la entrevista que se le hizo: “¿Qué puede enseñarle Javier Milei a Donald Trump?”.
El Gobierno, por supuesto, se regocija con esta centralidad. Más allá de su rol de gobernante, Milei se siente un profeta internacional y le gusta destacar ese aspecto y esa dimensión que ha adquirido.
Llega a este lugar tras haber generado tantos signos de interrogación sobre si realmente se constituía como un fenómeno político estable, un centro de gravedad consistente. Llegó al poder por el azar de una crisis de representación muy importante, vivida sobre todo en los últimos años, particularmente desde la pandemia. Llegó sin partido, sin programa, sin equipo, sin diputados, senadores, gobernadores ni intendentes. No llegó a pesar de estas carencias, sino gracias a ellas, porque un sector importante de la sociedad argentina decidió repudiar la política tradicional, eligiendo a alguien que encarnaba todas las supuestas virtudes de la antipolítica.
Es una experiencia rarísima. Un grupo social, el 30% del electorado, lo eligió en la primera vuelta, y ese apoyo se convirtió en el 56% en el balotaje. Este sector repudió lo conocido y optó por algo tan extraño como caminar hacia lo desconocido. Durante meses, la pregunta fue cuál era la consistencia de este fenómeno en medio de una política colapsada por su propia irrupción.
Su continuidad se sostiene en la opinión pública, como muestran los números de la consultora de Hugo Haime. Los niveles de aprobación y desaprobación presentan un patrón claro: la desaprobación es mayor, pero está disminuyendo, mientras que la aprobación está subiendo. En noviembre, según este estudio, el 52% desaprueba a Milei y el 44% lo aprueba. En septiembre, quienes lo aprobaban eran el 40%; en octubre, subió al 41%; y en noviembre, al 44%. La desaprobación, en cambio, cae.
¿A qué se debe esto? No se sabe con certeza, pero uno de los factores más predictivos para la aprobación o rechazo de un gobierno es el comportamiento del poder adquisitivo del salario, especialmente en un país como el nuestro, con alta inflación.
Al analizar la situación de los ingresos familiares en los últimos tres meses, la cantidad de personas que confiesan cubrir sólo sus gastos con salario está cayendo. Esto coincide con los datos del Indec y de la consultora ExQuanti, que reflejan una caída de la pobreza del 55% al 52%. Aumenta el número de personas que cubren sus gastos y disponen de algo más y los que incluso pueden ahorrar con su sueldo.
Es probable que esta mejora en la situación económica explique el aumento en la aprobación de Milei. Sin embargo, a diferencia de otros encuestadores, Haime sigue mostrando que la imagen negativa de Milei es superior a la positiva. Esto indica una visión prudente, no optimista ni fanática, pero consistente en su análisis del fenómeno.
Si bien hubo una crisis de confianza extrema en la Argentina desde el segundo semestre de 2020, probablemente relacionada con el encierro por la pandemia, donde alrededor del 75% de la población expresaba pesimismo, hoy parece que eso se estuviera revirtiendo. En las encuestas actuales, los optimistas son minoría, pero están en ascenso, mientras que los pesimistas caen.
En octubre, según Haime, se cruzaron las expectativas: los que creen que el próximo año será mejor superaron a los que creen que será peor (45% contra 35%). Este cambio de ánimo podría estar relacionado con la percepción de mayor estabilidad en torno al liderazgo de Milei.
Lo importante es que, en medio de la incertidumbre generada por las elecciones pasadas sobre la consistencia del Gobierno, hoy parece haber un centro de gravedad en la política argentina llamado Javier Milei. No obstante, según los números de Haime, ese núcleo no tiene aún la dimensión que el Gobierno calibra al mirar la tapa de The Economist. Es un fenómeno en construcción, basado exclusivamente en su liderazgo, pero sin una ecuación que vuelva a la política argentina previsible.
Aún no se sabe, en medio de la fragmentación política y las luchas internas de cada espacio, dónde empieza y termina el oficialismo, y dónde empieza y termina la oposición. Por lo tanto, es muy difícil predecir el comportamiento de la política, los límites y las potencialidades del propio Gobierno. Es un punto clave porque la densidad que Milei aporta a la política se traduce en la consistencia de su liderazgo, que parece sostenerse tras tanta incertidumbre.
Carlos Pagni