“Si se rompe, va a ser un desastre”. La frase, con más o menos palabras pero siempre en ese sentido, se repite entre dirigentes peronistas que orbitan bien cerca de la expresidenta Cristina Kirchner y del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, que atraviesan el peor momento de su relación. También lo charlan en los ámbitos militantes.
Dicen que en un plenario del Partido Justicialista (PJ) que se hizo en Berisso, bajo el lema Planificar el futuro y que tenía como invitado estrella al exministro de Obras Públicas Julio de Vido, la atención del auditorio no se la llevó él sino las fricciones entre los dos referentes principales de la oposición. Los compañeros, cuentan los asistentes, se mostraron preocupados por el nivel de incertidumbre en el binomio que supo ser irrompible y ahora temblequea. Lo mismo se conversa en las mesas de más alto poder peronista. “Viene complicadísimo. No se hablan”, describen a LA NACION desde distintas terminales de Unión por la Patria (UP) sobre el vínculo Cristina-Kicillof.
Con la comunicación cortada entre ambos, dirigentes del PJ que apuestan a la unidad para competirle la elección a Javier Milei el año que viene, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, se fueron inquietos del plenario del PJ bonaerense que se hizo en Moreno y que reunió a Kicillof, Cristina Kirchner, su hijo Máximo y Sergio Massa.
Hay algunos que fogonean un desprendimiento de parte del gobernador. Son los que entienden que ir juntos con la conducción de la expresidenta de vuelta, sin un programa claro -algo que creen ya fracasó en tiempos albertistas-, sería solo habilitar una vez más el dominio cristi-camporista sobre la oposición. Fuera de ese núcleo, prevalece la idea de buscar el mantenimiento de la unidad, porque entienden que el escenario será catastrófico si jefa e hijo político llegan al quiebre definitivo como devenir del caos interno.
Todavía desconfiados de que se mantenga estable el programa económico libertario, este grupo no obstante analiza que un peronismo dividido entre sus principales representaciones podría derivar en una pérdida del poder que queda. Los más pesimistas piensan en 2027 y dicen que, de no darse de baja la ley que impide la re-reelección de los intendentes y si se produce una escisión, crujiría la territorialidad bonaerense. “Esta interna ya decanta en quilombos distritales”, explican, mientras otros sectores presionan para dejar atrás a Cristina Kirchner, renovar la dirigencia con Kicillof a la cabeza y escapar de los métodos inconsultos de La Cámpora.
No pasó desapercibido entre los intranquilos que el equipo de Cristina Kirchner difundiera de Moreno la postal en la que todos reían y el gobernador no tenía la mejor cara. “Innecesario”, trinaban. “Estamos en las pequeñeces”. Los más optimistas, en tanto, analizaron como positivo el encuentro. “Si no te sincerás, no se pueden definir los tantos. Son discusiones de peronistas”, resumían sobre los cruces que ahí se dieron. Algunos camporistas llanos que estuvieron en la reunión aseguran que no fue solo la foto, sino que el gobernador mostró malestar toda la jornada. Y están que arden en “la orga” con los planteos que el ministro de Desarrollo de la Provincia y armador kicillofista, Andrés Larroque, hizo esa tarde bajo los árboles verdes del conurbano.
Al ministro no solo en La Cámpora lo apuntan como uno de los principales promotores de una ruptura. También los moderados le sospechan. “No se puede hacer política enojado”, repite como un mantra un dirigente de alto peso de UP, que analiza que esa postura de Larroque -enemistado con Máximo Kirchner- condiciona el accionar del gobernador. Aunque los kicillofistas lo descartan, analizan varios que se deja llevar demasiado por los designios de su ministro, que arrastra resquemores personales con el hijo presidencial, sobre todo de la época en la que fue desplazado de la conducción de La Cámpora.
Mientras son cada vez más las terminales de UP que evalúan como posible una ruptura de Kicillof, desde La Plata repiten una y otra vez que esa no es la intención y que van por la unidad. Aseguran que necesitan más apoyo para la gestión provincial para enfrentar a Milei, algo que reclamó el propio Kicillof en Moreno. En esa misma jornada, el mandatario provincial tenía un plenario de la intersindical que promueve su liderazgo y en ese ámbito la suspicacia fue que armaron en el PJ el mismo día a propósito.
Acto seguido hubo faltazo de Kicillof a la asunción de Cristina Kirchner frente al partido nacional y eso encendió más las alarmas. Alegó temas de agenda. Sin embargo, no lo olvidaron al gobernador en las conversaciones de pasillo del auditorio cristinista de la UMET. “Daniela llegó pero Axel no”, cuestionaban desde La Cámpora cuando desembarcó la ministra bonaerense Daniela Vilar, que fue a entregar viviendas con Kicillof e igual tuvo tiempo para ir a la universidad para ver a Cristina.
Algunos socios notan cierto apuro en las intenciones presidenciales del gobernador. “Puede ser presidente, pero primero lo primero”, advierte un caudillo peronista. “Lo primero” es 2025 y a esta altura legisladores y dirigentes que hablan con Cristina Kirchner la ven compitiendo en la provincia de Buenos Aires. O al menos no la descartan. “Ella mide bien y la gente la vota”, resume un pope peronista.
Falta mucho (pero no tanto). Cristina acumuló traspiés judiciales y basta recordar las presidenciales de 2023, cuando la militancia se empapó en el centro porteño para escuchar que iba a ser candidata y el anuncio nunca llegó. De ser el caso, y si la elección no se desdobla, la estrategia de los rupturistas se vería complicada por el aglutinamiento que la exmandataria todavía genera, sobre todo en el conurbano.
Los sectores que miran con desconfianza al entorno del gobernador, pero al que todavía no lo creen capaz de irse, dicen que están tensando la cuerda para conseguir mayor participación en las listas legislativas. “Axel quiere ser Presidente pero todavía no tiene senadores ni diputados propios”, razonan, y le reclaman que debería balancear los pesos en su gabinete y reconocer “el aporte de todas las líneas” no solo a su gestión sino también a su victoria para la reelección.
Desde el kicillofismo marcan que esa es una mirada mezquina y que Axel al menos no piensa en términos de sumar legisladores. Entre los ajenos reconocen al gobernador como un dirigente que gestiona y es honesto, pero aseguran que le faltan mañas para la política, que le sobran a Cristina Kirchner.
El que está activado con la organización para la campaña de UP para 2025, pero sin los reflectores encima, es Massa. Se lo vio al excandidato presidencial en Moreno pero parece que no va a subir tanto el perfil de momento. Dicen que le agarró el gustito a esto de articular tras bambalinas, con llamados a todas las terminales pero sin tanta exposición ni para él ni para su familia. Pese a que le adjudicaron ideas de ruptura, en su entorno aseguran que no es así. Ya sufrió en otro tiempo las desventuras de quebrar y ahora la tensión no es con él, que está en buenos términos con sus compañeros, que lo admiten como una “diagonal” en UP.
En el espacio opositor calculan que podrían perder cinco senadores en 2025. Massa, que en estos días no enfila para una postulación propia y a quien los libertarios aún le achacan las consecuencias de los descalabros económicos que heredaron, se desvela con la elección para la Cámara alta y ya está encargado de buscar los potables candidatos en las provincias con un sello que le es familiar: figuras votables para una nueva etapa del peronismo, con buena comunicación y defensa de la clase media.
De un libro en gateras Massa pasó a tener dos. Mucho se habló sobre su regreso con la obra que contaría su paso por el Ministerio de Economía en épocas de Alberto Fernández, que tiene causas en trámite por los seguros y también por violencia de género. La cuestión se retrasó. Parece que quiso imprimirle Massa una mirada más hacia adelante a su narrativa. Así que ahora se supone que en febrero estrenará no solo ese sino también otro libro, el de la Fundación Encuentro que comanda, que tiene oficinas sobre la Avenida Libertador y reúne a parte de los cuadros técnicos que lo acompañaron en el Palacio de Hacienda. El excandidato es uno de los que pretende que la elección bonaerense coincida con la nacional, con boleta única y papel el mismo día, en tándem con el Instituto Patria. Kicillof todavía no definió.
Por ahora, los gobernadores contemplan desde afuera el conflicto en la cúpula de UP. El riojano Ricardo Quintela se metió y no tuvo la mejor experiencia. Problemas no les faltan, con fondos nacionales casi nulos y sin obra pública. Hay otra cuestión que sí los concierne, vinculada al calendario electoral. ¿Habrá PASO o no? El Gobierno no las quiere y ya mandó un proyecto al Congreso para darlas de baja. Los peronistas tampoco. Pero dicen que para hacer esa concesión, primero tiene que haber Presupuesto aprobado, con las partidas provinciales. Sueños que chocan con el afán mileísta de mover otra vez las cuentas de manera discrecional, con el prorrogado de 2023, como en 2024, pero en año electoral.
Paradójicamente, en el PJ pro-unidad se encomiendan a que las fuerzas del cielo obren antes del cierre de listas y se allane el camino para la pax entre Cristina Kirchner y Kicillof. Un peronista clásico al que le gustan las metáforas y las citas resume: “Como dijo Jesús: ‘Todo reino dividido sucumbe’”.