Como cada año, el inicio del ciclo lectivo es el momento elegido para que los gremios docentes argentinos recurran una vez más a la vieja y probadamente poco eficaz metodología de retrasar el comienzo de las clases con sus exigencias. Otra vez sopa para los niños argentinos hambrientos de conocimiento.
Desde 1983 hasta nuestros días, hubo más de 900 paros docentes, que se traducen en algo así como cinco ciclos lectivos enteros perdidos. No hay país en Sudamérica que haya sufrido la cantidad de huelgas docentes que tuvo la Argentina, del mismo modo que ha quedado en evidencia la naturaleza política de estas medidas de fuerza. Mientras tanto, los argentinos seguimos aguardando la sanción de una ley que considere la educación como “servicio estratégico esencial”.
Si los reclamos salariales fueran válidos, el método y el momento elegidos para las protestas no lo son. Desde los gremios acusan al Gobierno de no convocar a paritarias desde el año pasado y que el sueldo mínimo deja a muchos docentes por debajo de la línea de pobreza. Además de un nuevo piso salarial, reclaman la aprobación de la ley de financiamiento educativo y el incremento del presupuesto nacional de educación, la restitución del Fondo Nacional de Incentivo Docente y el aumento de las partidas para almuerzo y copa de leche. Asegurar la valoración y el respeto para los docentes es también una materia pendiente, a cuyo fin los paros en nada contribuyen. Singapur es un buen ejemplo: esta nación se propuso hacer de la docencia la profesión más importante del país, al asumir que es la mejor inversión que pueden hacer. No suele haber soluciones baratas ni sencillas para problemas complejos.
Los gremios docentes nucleados en la CGT dispusieron parar el lunes último, con lo cual el inicio de las clases se vio alterado en 13 jurisdicciones: ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, Mendoza, Salta, San Juan, San Luis, Chubut y Santa Cruz. Otra medida de fuerza, para el 5 de marzo, afectará el inicio previsto en las provincias de Buenos Aires, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Misiones, Santiago del Estero, Río Negro Tierra del Fuego.
Los zapatos lustrados, los lápices afilados, el guardapolvo planchado son solo una parte de la enorme ilusión que para tantos niños y padres despierta el primer día de clases. Muchos tuvieron que llegar a la escuela para enterarse de la medida de fuerza. Bueno sería que los sindicatos defendieran también el derecho de los chicos. Pero ya sabemos qué clase de personajes encarnan los reclamos.
Distintas jurisdicciones descontarán el día y el plus por presentismo. La estrategia de separar a la docencia de su representación sindical cobra fuerza en provincias como Santa Fe, donde el gobernador Maximiliano Pullaro desafía al gremialista Roberto Baradel: “No va a venir a decirle a la provincia cuándo tenemos que parar las escuelas”, afirmó. Lo que está claro es que las discusiones deben darse con los chicos en las aulas.
Movidos por su enfrentamiento con el gobierno nacional, los gremios docentes vuelven a elegir esta época del año para redoblar la apuesta. Pero cada vez despiertan mayor rechazo en una sociedad harta de estos procederes que toman a los chicos de rehenes. Los maestros no debieran seguir cayendo en tan grave falta de creatividad que los gremios pretenden imponerles. Recordamos aquella Carpa Blanca docente instalada en 1997 frente al Congreso a lo largo de 33 meses como forma de reclamo. Fue visitada por alumnos de 7000 escuelas, mientras unos 1380 maestros ayunaron rotativamente y 1.500.000 firmas sumaron apoyo al reclamo, motorizando la solidaridad de numerosas personalidades de la cultura, la política y el deporte, multiplicándose también en el interior. Se desarmó cuando el Congreso aprobó la ley de financiamiento educativo y un fondo que posibilitó el aumento salarial docente.
Es menester que los representantes de los docentes y las autoridades educativas encuentren caminos alternativos para zanjar diferencias, de modo que no se continúe privando de educación a quienes más la necesitan. La discusión salarial docente tiene que ser sacada de las aulas. El derecho al aprendizaje que asiste a los niños debe respetarse a rajatabla. Los enfrentamientos que se repiten año tras año no tienen vencedores ni vencidos, solo conducen a profundizar la decadencia de la educación pública. Discutamos la calidad de la educación y paremos con los paros.