El tiempo del reloj es homogéneo. Se compone de unidades iguales que van transcurriendo. El tiempo de la historia, el de la vida pública, no. Hay momentos en que su transcurso parece acelerarse. Situaciones en las que, a diferencia de otras, todo parece estar cambiando de manera más rápida. Esa percepción es la que podemos tener hoy en el mundo, y en la economía y la política argentina: una aceleración de esta historia que vivimos. Y, en el caso del escenario económico, una aceleración donde se cruzan la situación material, con la política y con la perspectiva electoral.
Han ocurrido cosas importantes en ese plano, más que nada en la cuestión cambiaria. No hay que perder de vista lo principal. Desde el plano político, lo principal es que el gobierno de Javier Milei ha hecho y sigue haciendo una apuesta principal a un único tema: reducir la inflación. Es la forma de conseguir votos, conservar y eventualmente incrementar el poder.
Como siempre en la Argentina, por razones más o menos arbitrarias, la inflación tiene un determinante: está muy influida por el valor del dólar. Todo lo que tiene que ver con dólar tiene que ver con inflación. Y todo lo que tiene que ver con inflación tiene que ver, en este contexto en el que estamos hablando, sobre todo del gobierno de Milei, con votos. Lo que pasa y va a pasar con la divisa norteamericana es, en consecuencia, decisivo para el resultado electoral. Por lo tanto, el mayor acto de campaña, el más importante, el más promisorio o el más riesgoso, es el que protagonizó el Gobierno este fin de semana: la liberación parcial del cepo cambiario.
Ocurrió lo que muchas veces se había presumido. A mediados de abril se cerraría el acuerdo con el Fondo. Aquel pacto iba a tener un capítulo muy especial en la cuestión cambiaria. Cuanto más generosa fuera la ayuda del Fondo, más audaz debería ser la liberación cambiaria.
Esto reviste importancia por dos razones. Primero, existe un vínculo entre el sistema cambiario y el nivel de actividad de la economía. Es muy difícil que haya crecimiento, que un país se desarrolle y reciba inversión privada si hay dos o más tipos de cambio. Segunda razón: entre las muchas palancas que usó el Gobierno para controlar la inflación, una crucial ha sido el atraso cambiario, que significa mantenerlo congelado, dominado por el Banco Central, con una pauta de devaluación que es el crawling peg de 1% mensual. Era una forma de mantener el dólar a raya para que una depreciación no se vaya a los precios y, en el fondo, para tener los salarios sobrevaluados en relación con el dólar. Esto es lo que se ha tocado. Son modificaciones en este orden de cosas.
El Gobierno, por boca nada menos que del Presidente, que tuvo un diálogo a la mañana con Luis Majul, dijo que no hay motivo para que haya un reflujo inflacionario, porque el dólar es un precio más. Es discutible. Primero por una razón cultural. Los que forman precios miran el dólar, aunque sea arbitrario verlo en relación con muchos precios. Pero además, muchos productos están hechos con insumos dolarizados. O son bienes importados. Y, por lo tanto, si el precio del dólar se modifica, se modifica también el precio de esos productos.
Hay incluso un campeonato de los economistas por saber cómo se va a trasladar a los precios esta modificación del tipo de cambio que estamos viendo por la liberación del cepo. Existen ejemplos recientes de esto. Cuando se devaluó durante el gobierno de Macri, el traslado fue de 0,24%. Durante el periodo en que Sergio Massa fue ministro de Economía, fue de 0,9%. Y algunos economistas creen que esta vez va a ser de 0,4%.
Se han planteado dos mercados. Hay un mercado de dólar absolutamente libre, al que pueden acceder las personas físicas entrando al home banking, sin limitación alguna. Y otro mercado regulado, que es el mercado para las empresas. Hay expertos que suponen que, dado que las personas físicas tienen acceso ilimitado ahora al dólar, van a poder ejercer una especie de arbitraje con el otro mercado a través del contado con liquidación (CCL), ofreciendo bonos. Y como las empresas pueden optar por adquirir dólares en el mercado del contado con liquidación, para lo cual tienen que renunciar a intervenir en el mercado único de cambios, el puente que podría ejercerse a través de estos bonos entre un mercado liberado y el de las personas jurídicas, haría que la brecha se achique. Habría prácticamente un solo tipo de cambio aun cuando, en teoría, existieran dos niveles de libertad distintos.
De hecho, hoy lunes, en el comportamiento que tuvo el mercado, la brecha entre el dólar libre y el dólar todavía regulado ha sido de 2,5%. Ínfima. Significa que vamos a algo que para casi todos los economistas y para el mismo Gobierno era lo deseable: un solo tipo de cambio.
Carlos Pagni